¡Estalló la PAZ!

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Por Luis Verón

Una fresca mañana de junio de 1935 llegó a Asunción una de las mejores noticias largamente esperadas. Se firmó en Buenos Aires, Argentina, el Protocolo de Paz, que daría lugar a la concertación definitiva de la paz entre el Paraguay y Bolivia.

El 12 de junio de 1935, los delegados de Bolivia y el Paraguay, sus ministros de Relaciones Exteriores, los doctores Tomás Manuel Elío y Luis A. Riart respectivamente, luego de intensas gestiones con los negociadores Carlos Saavedra Lamas, canciller argentino; José Carlos de Macedo Soares, canciller brasileño; José Bonifacio de Andrada e Silva, embajador brasileño, Luis Alberto Cariola, embajador chileno; F. Nieto de Río, delegado especial chileno; Alexander W. Weddell y Hugo Gobson, embajadores norteamericanos; Felipe Barreda Laos, embajador peruano y Eugenio Martínez Thedy, embajador uruguayo, concertaron la cesación de las hostilidades entre el Paraguay y Bolivia por medio de la Conferencia de Paz, convocada por el gobierno argentino.

Los mediadores y los delegados de ambos países concertaron la “cesación definitiva de las hostilidades sobre la base de las posiciones actuales de los ejércitos beligerantes”. Para ello acordaron una tregua de doce días “con el objeto de que una comisión militar neutral, formada por el representante de las naciones mediadoras, fije líneas intermedias de las posiciones de los ejércitos beligerantes”.

El Protocolo de Paz de 1935 fue aprobado por el Paraguay el 20 julio de 1935 y por Bolivia, al día siguiente.

Cese del fuego Luego de tres años, el fuego cesó al mediodía del 14 de junio de 1935. Media hora antes, tratando de impresionar a los paraguayos, por orden del alto mando boliviano, se realizó un largo tiroteo de hostigamiento en todo el frente, desde el Pilcomayo al Parapití, que fue respondido por los paraguayos de igual manera.

Este intercambio de fuego fue el más intenso de toda la guerra, pero al mediodía cesó bruscamente y los combatientes se entregaron a calurosas muestras de alegría entre sí. En un momento dado, las trincheras fueron asaltadas por ambos contendientes, pero en vez de blandir armas, a lo largo de todo el frente, los soldados se unieron en efusivos abrazos fraternales e intercambiaron sencillos recuerdos personales. Como dijo un historiador, aquella fue la primera vez en la historia de la humanidad que dos pueblos anudaron lazos de amistad desde el primer momento de su encuentro fuera del campo de batalla que los separaba hasta solo unos instantes antes.

Luego de 1.095 días finalizó la más estúpida de las guerras, como la calificó el conductor civil de la contienda por el lado paraguayo, el Dr. Eusebio Ayala.

Por su parte, el victorioso conductor militar paraguayo de la guerra, el General Comandante en Jefe del Ejército en Campaña, José Félix Estigarribia, lanzó una proclama dirigida a los jefes, oficiales, clases y soldados, que decía:

“Con profunda emoción os anuncio la cesación de la lucha. En tres años habéis demostrado ser dignos de vuestros mayores, realizando una obra que las generaciones del porvenir recordarán con orgullo. Quiera Dios que ellas se inspiren siempre en vuestro ejemplo. Habéis vencido en jornadas inolvidables a un enemigo tenaz y a una naturaleza hostil. La nación no olvidará a quienes combatieron y sufrieron para salvarla de la mutilación y de la deshonra. Si un pueblo debe ser grande por el sacrificio de sus hijos, digo que el nuestro está llamado a los más altos y nobles destinos. En este día tan feliz, recuerdo especialmente, con el corazón dolorido, a los hermanos que cayeron desde Pitiantuta hasta Charagua. Sea para ellos nuestro homenaje y sírvanos en todo tiempo el santo ideal que los llevó a la muerte en plena juventud.

Jefes, Oficiales, Clases y Soldados Combatientes y de los Servicios: A todos mi gratitud de paraguayo y de soldado. Yo llevaré a la tranquilidad de mi hogar, como el más grande honor de esta guerra, el haber sido vuestro Comandante en Jefe”.

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