“Quiero que todo mi público me acompañe en mi último sapukái”

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Tras 58 años de trabajo, Quemil Yambay (79) se despide de los escenarios, y lo hace a su manera, con música. «Hetápe ambo vy’a…», señala el compositor, que se prepara para El último sapukái, en octubre.
Quemil Yambay tiene 79 años, de los cuales 58 los vivió en escenarios de todo el país y del mundo; pero llegó el momento de bajar. Afortunadamente su música seguirá sonando eternamente, por la calidad de sus composiciones, que hablan principalmente de la idiosincrasia del paraguayo y sus peculiaridades.

«Hetápe ambo vy’a ha hetápe che deprovécho» (a muchos alegré y a muchos fui útil), dice emocionado Yambay, quien se prepara con todo para el espectáculo El último sapukái, previsto para octubre.

«Che mbo vy’avea la cariño del pueblo, che aguerohory, che suerte niko. Sapy’ante roho ha oho orerapykuéri umi gente che saludá haguã (Lo que más me alegra es el cariño del pueblo, aprecio eso, tengo suerte. Hay veces que nos vamos y la gente me sigue solo para saludarme)», dice Quemil, cuyo nombre significa «el que todo lo puede», según él mismo lo cuenta.

Y de hecho la profecía se cumplió, pues Quemil dice que tuvo «todo lo que quiso en la vida», incluso más de lo que deseaba cuando de niño con guitarra en mano caminaba kilómetros para tocar en improvisados escenarios y cantar por propinas, desobedeciendo incluso a sus padres, que no querían saber nada de que su hijo se dedique a la música.

Pero ellos habrían de cambiar de opinión cuando Quemil regaló a su mamá su primera heladera –que compartió con todo el pueblo–, fruto de su trabajo como músico. Su padre, por su parte, cuando el hijo comenzó a ganar dinero y ayudar a pagar las cuentas, incluso bromeó diciendo «que le prendería vela a la guitarra», como a los santos.

Don Quemil se supo abrir camino en la música, donde introduce las imitaciones de los cantos de aves, algo que lo hace de manera magistral desde los 6 años, cuando en su Alfonso Tranquera natal, en el Departamento de Cordillera, trabajaba en la capuera con su familia.

«Mi base es Emiliano R. Fernández. Emiliano rembiapokue rehendúvo hína igústo voi. Che ahendu ymaiteguive (escuchar las canciones creadas por Emiliano da gusto, yo escucho desde hace mucho)», cuenta al agregar que admira al artista paraguayo.

SORPRESA. Entre las numerosas sorpresas que presentará don Quemil para su «último sapukái» se destaca una canción: «Posiblemente el último verso va a ser este», adelanta y agrega: «Heta mba’e jajapóta upépe (muchas cosas vamos a hacer allí, en el evento)».

La canción a la que se refiere don Quemil la creó recientemente, luego de despertar de un sueño muy real en donde le vino la inspiración. Y ahora está pensando en grabarla, para dejarla como legado junto a otros éxitos, como Mokôi guyra’i, Lidia Mariana, Lorito óga, Función hápe, Rohayhugui Ñequita, Ajupíta de presidente, A mi pueblito y otros.

«Ñandejára oñe’e ko chéve amo yvate. He’i chéve, ‘ejúmana che rendápe. Emiliano ko oi ko’ape. Hendie pe purahéi’. Ha che ha’e chupe ‘heta ko che ndahaséi, pero mba’e piko ajapóta, oikoa mante oikóta, si ahátama nda juvei'» (Dios me hablaba allá arriba y me dijo vení ya junto a mí, Emiliano está aquí, con él canten; y yo le dije ‘mucho no me quiero ir pero qué voy a hacer, lo que va pasar que pase, si me voy ya no voy a volver’), cuenta el declarado Tesoro viviente de la humanidad por la Unesco.

en familia. Otro motivo de orgullo para don Quemil es que sus hijos Ulises y Chahian Yambay compartan con él la pasión por la música. «Yo me siento muy feliz y muy bien porque mis hijos siguieron mis pasos», comenta.

Otra pasión de Yambay es el fútbol, en especial el de su Guaraní querido. De joven incluso jugó al fútbol, pero no era lo suyo. «A los 17 años me trajeron para jugar en Cerro Porteño. Che akuã ha che zurdo. Upéi che inspeccioná la doctor (por la dificultad de la vista), ha he’i chéve ndaikatumo’ai a juga» (era rápido y zurdo, pero el médico me inspeccionó y me dijo que no podría jugar más, por el problema de la vista).

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