Cuando una segunda oportunidad es posible

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Por Estefanhy Cantié

El mundo de las adicciones puede ser un constante devenir de frustración, éxito y recaídas. Salir de ese círculo es posible. El oficio de la panadería demostró a 29 jóvenes que hay una puerta de esperanza para volver a sentirse valorados en la sociedad.


Nadie se plantea la idea de caer en el camino de las adicciones. Un minuto de curiosidad o el mismo dolor por las heridas que nos va causando la vida y sus diferentes matices, pueden llevar a cualquier persona a ese laberinto donde parece no haber salida.

Numerosos intentos de vencer el flagelo llevan a la persona a un estado de frustración consigo misma, pues siente que el deseo de consumir cierta sustancia “es más fuerte que uno”, y cada vez que parece lograr escapar, vuelve a caer.

La luz al final del túnel

Aunque el panorama pueda ser superficialmente desesperanzador, solo es cuestión de una invencible fuerza de voluntad y mucho optimismo. La luz al final del túnel existe, solo es cuestión de preguntar a estos 29 jóvenes que, luego de someterse a un intensivo tratamiento, dejaron de lado el estigma de pacientes con adicciones, y pasaron a ser panaderos y confiteros certificados. Profesionales completos, listos para hacerse cargo de su propio negocio o ser contratados por una empresa, con la absoluta capacidad y conocimientos en la materia garantizados.

Los flamantes nuevos panaderos y confiteros, que hasta hace poco eran pacientes del Centro Nacional de Control de Adicciones, dirigido por el doctor Manuel Fresco, no solo culminaron el curso realizado por la institución, sino que lo culminaron exitosamente, garantizándose así una nueva perspectiva para seguir adelante con su recuperación y su vida.

Trabajo «terapéutico»

La capacitación de los panaderos formó parte de un módulo terapéutico lanzado por el Centro Nacional de Control de Adicciones, organismo que de un tiempo a esta parte viene apostando por la formación en oficios como camino para la reinserción social de personas que consumen algún tipo de droga.

La implementación del curso fue posible mediante un trabajo conjunto entre el Centro Nacional de Control de Adicciones y el Centro Paraguayo de Innovación y Desarrollo (CPID) bajo la supervisión del Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral (Sinafocal).

Tras 118 horas de exigentes clases, que se desarrollaron por módulos, 29 personas se graduaron de profesionales en la preparación de panes y tortas.

Formando empresarios

La instrucción recibida por los estudiantes estuvo especialmente enfocada a la formación de microemprendedores, de manera que al salir al mundo laboral, los graduados no solo tengan la visión de ser empleados, sino de ser creadores de sus propias industrias.

La preparación de los ahora panaderos no fue para nada precaria. La cocina en la que realizaron sus prácticas contó con una infraestructura de punta, que fue posible gracias a una donación de la Embajada Alemana en Paraguay.

Gracias a la cocina más que completa, en la institución “se mataron dos pájaros de un tiro”, pues conforme los alumnos iban aprendiendo a elaborar deliciosos panes, se pudieron fabricar abundantes panificados para que los pacientes del centro disfrutaran de sabrosos desayunos y meriendas. Así, las primeras experiencias de los estudiantes de buenas a primeras resultaron sumamente útiles para los mismos internados.

“Lo primordial es poder dar a los pacientes una oportunidad de salida laboral, porque muchas veces ellos no disponen de ello, para lograr defenderse una vez que culminen el tratamiento es una enfermedad crónica que muchas veces necesita de un seguimiento de por vida”, manifestó el doctor Fresco.

La idea de iniciar esta serie de cursos de capacitación, que ya formó su segunda camada de panaderos y confiteros, además de culminar otros cursos, como el de plomería, nació de parte de funcionarios de blanco y los familiares de los pacientes, quienes sugirieron solicitar al Gobierno el apoyo para la enseñanza de los oficios.

Clases para todos

De hecho, los familiares y funcionarios del Centro de adicciones, e incluso de otros hospitales que se encuentran sobre la calle Venezuela, se unieron al curso, aportando así un factor extra de beneficio para los pacientes, que se sintieron en un grupo integrado e inclusivo, donde no hubo ni estigmas ni distinción entre “adictos” y “no adictos”.

“Gracias a esta unión de pacientes, familiares y funcionarios, se trabajó en la erradicación del estigma, a partir de un espacio de formación convencional, variado y exigente, como cualquier otro”, manifestó el doctor Manuel Fresco.

Actualmente, este centro hospitalario cuenta con 30 pacientes internados y en proceso de desintoxicación. Para finales de este año, se tiene prevista la habilitación de 15 espacios más para ampliar su cobertura, pues hay un gran déficit de camas debido a la gran demanda de pacientes que requieren un tratamiento.

Para quienes no requieren internación, además se realizan consultas ambulatorias, acompañamiento psicológico y psiquiátrico.

El doctor Fresco recalcó que se intensificará aún más el enfoque en el ámbito de la capacitación, de manera brindarle al paciente que sale de alta recursos para enfrentar la vida sin drogas, y con un trabajo digno.

“La próxima meta es dictar un curso de especialización en cocina hospitalaria, y se continuará con esta línea de trabajo, lanzando más capacitaciones próximamente”, finalizó el doctor Manuel Fresco.

Quienes deseen averiguar mayores datos sobre las clases de oficio o sobre el tipo de atención que pueden recibir en el Centro Nacional de Control de Adicciones, pueden comunicarse al teléfono: (021) 298-352

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