29 DE DICIEMBRE DE 2017 06:01 PM
El fin de año es la época propicia para revisar las metas y objetivos que nos planteamos en sus inicios y hacer un balance de lo alcanzado así como también de lo que no logramos.
Esta tarea requiere de una profunda reflexión. Por una parte, en el caso de haber concretado lo que nos propusimos, genera una sensación de satisfacción digna de celebrar y agradecer. En este escenario, seguramente tendremos varias personas con quienes compartir ese mérito por habernos acompañado o apoyado con lo que buscábamos lograr. Se trata del panorama ideal en el que nos sentimos en la cima para volver a fijar nuevos retos y seguir adelante.
Sin embargo, en el afán del espíritu ambicioso del ser humano, algunas personas se muestran eternamente insatisfechas y no se permiten disfrutar sus logros pensando en lo que les faltó, sin tener la humildad de agradecer lo alcanzado y llenándose de frustraciones que opacan cualquier celebración.
En otras oportunidades, como la mayoría de las situaciones en la vida, no todo es un cielo azul y despejado. En ocasiones nos encontramos con que cierto porcentaje de lo que nos propusimos no se alcanzó de forma satisfactoria.