Quijote, el adiós a todo un emblema

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Una librería ícono de la lectura en Paraguay cerró sus puertas definitivamente tras más de 30 años. ¿Quién no atesora algún hermoso recuerdo en sus locales, obsequiando un libro a un ser querido o quizá adquiriéndolo con el clásico carnet de socio?

“Hola, mi papá falleció ayer. ¿Qué libro me podés recomendar?”, le dijo una jovencita muy triste a Silvia Barrios, dependienta de la librería Quijote, hace algunos años.

Sorprendida, le sugirió un título y días después, la chica volvió agradecida con una caja de bombones, diciéndole que nadie la había comprendido tanto como ella en aquel momento difícil.

Esta es solo una de las tantas anécdotas que tiene para contarnos Silvia, la risueña mujer que hasta el pasado miércoles 11 de enero era el rostro de Quijote en la sucursal del Mall Excelsior.

La noche del miércoles 11 de enero, la emblemática librería cerró sus puertas al público definitivamente. Por primera vez, esa risa fresca que caracteriza a Silvia y que la ha hecho ganarse el aprecio de la clientela, se convirtió en un rostro lleno de lágrimas.

Después de más de 20 años de trabajo, tuvo que decir adiós al que ha sido su primer y único trabajo.

Tenía 18 cuando arrancó como empaquetadora en la sucursal ubicada sobre la calle Estrella, y desde entonces, recorrió todos los locales de Quijote, cumpliendo con la enorme responsabilidad de brindar un trato humano y personal a cada cliente que llega en busca de esa magia impresa, de ese “olor a libro”.

Hoy, a sus 43, no puede evitar ponerse muy nostálgica mientras junta los últimos ejemplares que quedaron rezagados en el viejo depósito.

“Buen día, quiero comprarle su primer libro a mi hija de tres años”, le dijeron muchas mujeres con la mirada luminosa que venían con la intención hacer germinar en sus hijos la semilla del amor por la lectura. Los pequeños se sentaban en las sillitas y mesitas especialmente preparadas para ellos, y luego había que sacarlos de la tienda a llantos. No querían dejar el lugar.

UN CLIENTE DE LA REALEZA

Pero entre todas las anécdotas, ninguna se compara con aquella ocasión en la que el mismísimo Rey Felipe VI cruzó la puerta de la sucursal de Estrella, acompañado por un dotado equipo de seguridad.

“Buenos días”, saludó educadamente con su acento español, y la dependienta, compañera de Silvia, no lo reconoció. Pidió ver libros sobre política paraguaya. Al momento de pagar, ella le preguntó si necesitaba factura a su nombre. Él le contestó entre risas: “soy el rey Felipe”.

La chica quedó helada.

“Ahora entiendo, me tenías cara de conocido”, atinó a decirle.

“El rey pagó con su tarjeta de crédito y se fue. Qué mucho nos reímos cuando nos contó”, rememora Silvia.

Para Silvia, el secreto de Quijote para haberse metido tan hondo en el corazón de la gente es el trato humano.

Más allá del comercio, era un trato humano el que brindábamos. “La gente busca que se la escuche. Mi trabajo era buscarles un libro que les alivie un poquito de su dolor”, expresa Silvia Barrios.

LAS VENTAS NO FUERON EL PROBLEMA

Mucho se ha comentado en los últimos días acerca de los motivos del cierre de Quijote, y casi todos coinciden en que las bajas ventas obligaron al fin del negocio.

Pero Silvia, quien conoce mejor que nadie de las internas del local, nos afirmó que el cierre nada tiene que ver con bajas ventas.

“Gracias a Dios siempre tuvimos nuestra clientela incondicional. Es una cuestión de discrepancias en la sociedad. Lastimosamente terminó así. Me molesta que digan que se debe a que no vendíamos o que el paraguayo no lee. Yo soy testigo de que hasta el más pobre juntaba su platita para venir a Quijote a comprarse un libro”, afirmó Silvia.

Los rumores de cierre comenzaron a finales de octubre, cuando personas del shopping le decían a la vendedora que Quijote se cerraría. Pero a ella no le informaban absolutamente de nada.

Hasta que al final, sin muchas explicaciones, sus jefes le comunicaron que sería un cierre total y definitivo.

Quijote perteneció a una sociedad que hoy quedó disuelta, pero el pionero que comenzó a traer libros de Argentina fue don Gustavo Guasti.

Luego, se asoció con varios amigos y el negocio creció. Los propietarios no desean hablar con la prensa, y aunque le preguntamos insistentemente a Silvia si hay alguna esperanza de reabrir más adelante, nos aseguró que esta posibilidad no es factible.

LOS LIBROS VERSUS LA RED

Curiosamente, Silvia afirmó que la internet no mermó la venta de libros, sino que representó “un apoyo”. “La gente descarga un PDF y por ahí no le baja completo. Se quedan enganchados y entonces vienen a buscar el libro completo”.

En cuanto a la música, nos cuenta que también se seguía vendiendo bastante. “Hay discos coleccionables de grupos emblemáticos que son eternos. Las personas escuchaban la música que poníamos en el local y pedían el disco para llevar”, rememora con cariño.

Una de las mayores lecciones sobre el prejuicio la aprendió un día que entró al local una señora de apariencia muy sencilla, que no preguntaba nada.

“Ninguna de mis compañeras le dio pelota. Me acerqué y le pregunté qué necesitaba. Llevó libros por un total de G. 3 millones. Desde ese día les dije a mis compañeros: nunca discriminen, nunca saben quién es la persona que llega a buscar un libro. Los que tienen plata desde siempre son las personas más sencillas que puedan existir, a diferencia de los que ganaron dinero recién”, reflexiona Silvia, quien ahora buscará nuevos rumbos laborales. Afortunadamente, le sobran ofertas de trabajo. Todos sus clientes le han ofrecido una oportunidad laboral apenas la desvinculen.

ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Quienes no hayan podido asistir al cierre de Quijote tendrán una última oportunidad para aprovechar las ofertas. Desde el lunes 16, abrirán un outlet sobre la calle San Martín casi Agustín Barrios. En la feria todavía se podrán adquirir los últimos ejemplares que sobraron en el depósito.

DOLOROSA DESPEDIDA

Pedro Kriskovich, docente, comunicador y un antiguo habitué de Quijote, se sintió tan conmovido con el cierre de la librería que grabó un video desde el local en el que expresó su sentir.

En contacto con ABC Color, mencionó que como educador percibió mucha tristeza en los jóvenes por el cierre de Quijote. “Aún teniendo acceso a las redes, para ellos representaba un gran servicio, pues adquirían ciertos libros, cedés y videos que no se encuentran con facilidad en la web”.

Por su parte, recordó que en los años 80, Quijote era una suerte de oasis para los intelectuales de la época, que podían obtener en pocos días cedés de artistas como Juan Manuel Serrat, que acababan de estrenarse en Europa.

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