Rosario, la frutera más querida de San Ber

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Desde las 3.00 María del Rosario está despierta, toma mate con su esposo, ve las noticias y se prepara para ir a trabajar. Esta rutina es la que mantiene la fortaleza de su espíritu. A sus 91 años prometió trabajar hasta que Dios diga basta.

Se llama María del Rosario Meza de Caballero, tiene 91 años y espera con mucha fe cumplir 92 en octubre de este año.

Está casada hace 37 años con Juan Carlos Caballero (78), quien entre bromas dijo que ella lo tomó de la mano cuando él culminaba su servicio militar obligatorio.

Fue madre de 4 hijos naturales y un hijastro al que acogió como propio desde los 15 años. Dos de sus hijos ya murieron, uno de ellos por exceso de trabajo.

«Le operaron del corazón, el doctor le dijo que tenía que reposar, nada de trabajo, pero trabajaba igual y no cumplió su reposo, eso le empeoró y murió», relató triste la mujer sobre el infortunio de su primogénito.

Desde que decidieron unir sus vidas residen en la ciudad de San Bernardino, donde actualmente se dedican a la venta de frutas y algunas verduras. Para este emprendimiento no necesitaron más que una mesa, una sombrilla y dos sillas, y el permiso del dueño de casa cuya vereda ocupan.

El negocio está sobre la avenida Santiago Schaerer, en el centro mismo de la ciudad veraniega. Atienden de 8.00 a 19.00 todos los días, pero los días de mayor venta son los fines de semana.

Más allá de la rentabilidad de las ventas, el verdadero objetivo es que Rosario tenga una actividad diaria que la haga sentirse útil.

«La última vez que le pedimos que no trabaje porque no le falta nada, se enfermó. Esa vez nos asustamos y yo me di cuenta de que desde que empezó a trabajar otra vez está más sana, más contenta», relató su nuera, Clotilde Silva, quien tres veces por semana viaja hasta el Mercado de Abasto para comprar las frutas que vende su suegra.

Una historia familiar

La abuela, como la llaman todos de cariño en el barrio, tiene un historial laboral extenso, ya que trabajaba con su madre desde los 10 años. «Siempre vendí cosas, lo que sea nomás puedo vender», celebró.

Recordó a su mamá y contó que esta trabajó hasta una semana antes de fallecer. Su idea es morir también de esta manera, sin padecer las nostalgias y lo que calificó como el aburrimiento mismo de la vejez. De igual manera, rechaza la «inutilidad» que se le atribuye a las personas de la tercera edad y prometió estar en pie y activa hasta que Dios diga basta.

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