La adicción a las drogas en adolescentes no debe ser motivo de exclusión del sistema educativo. Más allá del prejuicio, desde la Senad impulsan una nueva política que se enfoca en erradicar el estigma, y ver a la adicción como lo que es: una enfermedad.
“No quiero que mi hijo comparta aula con ese compañero. Se sabe que está involucrado con drogas y ya saben lo que dicen: la manzana podrida descompone a todo el cesto”. El pensamiento que acaba de leer, estimado lector, es muy común en los padres de familia, y está bastante instalado, sobre todo en una sociedad tan conservadora como la nuestra. Pero, aunque esta aparente ser la manera más lógica de pensar, ¿alguna vez se puso a pensar que para salvar a aquellos chicos involucrados con estupefacientes, es precisamente esta idea la que estigmatiza aún más y los hunde en un abismo de miedos y discriminación?
Con el objetivo de rescatar a los adolescentes afectados por la problemática de las drogas, la Senad busca nuevas estrategias para erradicar la estigmatización de los mismos, pues se ha determinado que el prejuicio ocasiona que las mismas víctimas de la adicción se autoexcluyan.
MANTENER EL VÍNCULO
Se ha descubierto también que cuando el adolescente está sumido en el camino sin salida de las drogas, la educación es el único vínculo con el sistema que todavía le permite sentirse parte de algo, por lo que con esta nueva política, buscan enfocarse de lleno a mantener “a como dé lugar”, a los adolescentes en los colegios que enfrentan la problemática de las drogas. La especialista en tratamiento de adicciones y titular de la Dirección General de Reducción de demanda de la Senad, Graciela Barreto Castro, explicó que se debe dejar atrás el preconcepto de que es un riesgo para nuestros hijos compartir aula con un compañero que está usando drogas.
La adicción debe ser vista como una enfermedad que es “perfectamente tratable”. “A un niño con diabetes o con presión alta no se lo discrimina de las aulas, sino que se busca un tratamiento para que mejore su condición de salud y siga estudiando. Es exactamente lo mismo lo que hay que hacer cuando un estudiante está involucrado con sustancias prohibidas”, explica la funcionaria de Senad. Ahí es donde probablemente usted quiera hacer la pregunta: “¿pero cómo evito el riesgo de que la conducta de ese chico sea una mala influencia para mi hijo?”.
DOCENTES CAPACES
Barreto asegura que esto no es así, sino que la clave está en tener en los centros educativos a docentes “que estén capacitados para manejar estas situaciones”. “El trabajo tiene que ser para que ese chico que es influenciable entienda que ese compañero tiene una enfermedad. No porque consume drogas, él también lo tiene que hacer. Realmente depende mucho del enfoque que le pueda dar ese docente que está en aula. La mirada tiene que cambiar. Tenemos que verlo como un chico que tiene una enfermedad asociada al uso de drogas, y que esta condición es tratable en la etapa adolescente, después ya se complica”, explicó la profesional.
DESAPRENDER Y REAPRENDER
Si bien la primera tendencia es ver a la drogadicción como una condición prohibida y peligrosa de la que debemos mantener alejados a nuestros hijos, la especialista explica que, aunque cueste trabajo, se debe aceptar que los adolescentes son “experimentadores por naturaleza”, y que en este ámbito se debe manejar la posibilidad de que se pueda dar una situación de involucramiento con sustancia, sin que esta sea una condena de la que el joven no pueda salir nunca más.
ENCERRADOS EN SÍ MISMOS
El verse atrapados en una adicción genera numerosas perturbaciones graves de la personalidad y atacan la voluntad de la víctima, que se siente encerrada en sí misma y en muchas ocasiones, no sabe cómo pedir ayuda. El daño emocional y físico que sufren los consumidores ya es más que suficiente para que además deban soportar también el dolor de ser discriminados.
EL ALCOHOL ES LA PUERTA
Si bien se lo califica como “droga inocua”, el alcohol, según la especialista, es la principal droga a la que enfrentan los adolescentes. De hecho, es la sustancia a la que acceden con más facilidad, hallándola incluso en la casa, y de allí van a otras sustancias como la marihuana y luego el crack.
Entre las consecuencias comunes del principio de adicción se encuentra la apatía, que lleva al adolescente a dejar las actividades que de las que antes disfrutaba en su rutina. En este sentido, el colegio suele ser el único vínculo que aún los mantiene en contacto con un grupo de semejantes y los hace sentir parte de un contexto social. Es por eso que el papel de los profesores es fundamental. Arrinconar, al chico, esconder la problemática y dramatizar la situación son prácticas que lejos de ayudar, contribuyen a empujar al chico aún más hacia el fondo del pozo en el que ya se metió. “Siempre aclarando que estamos hablando de la situación de adolescentes, menores de edad, se debe tener en cuenta que la solución está a tiempo y es muy factible, pero lastimosamente, cuando la Fiscalía y la prensa se involucran, difundiendo caso y publicando incluso nombres, no coadyuvan mucho a la superación del problema”, lamentó la profesional.
LOS PASOS CLAVE
Entre los pasos correctos que se deben dar al momento de hacerle frente a la problemática de adicción en colegios, la experta menciona, aunque suene algo obvio, que se debe identificar al o los chicos que están consumiendo dentro del grupo de estudiantes.
El siguiente paso, y muy necesario, es conocer la circunstancia de consumo, para luego pasar a diagnosticar qué tipo de drogas está ingiriendo el afectado.
Posteriormente viene la fase de averiguar quiénes son los que están proporcionando la sustancia y en qué lugar las obtiene el adolescente.
Tristemente, muchos son los casos en que los distribuidores logran filtrarse e introducir la droga dentro del mismo sistema escolar.
Una vez que se tiene identificado al joven afectado y el origen de su relacionamiento con la sustancia, lo siguiente es comunicarse con los padres o tutores, ponerlos en conocimiento de la situación.
“Todo lo mencionado anteriormente es lo primero que hay que aprender para poder cambiar el paradigma. El adolescente en situación de adicción debe convivir normalmente con la población estudiantil”, recalcó Barreto.
TRATAMIENTO AMBULATORIO
Eso sí, la permanencia en el colegio no significa que el adolescente no deba recibir tratamiento. Se recomienda que si va a seguir en el sistema escolar tenga un nexo con algún centro de tratamiento ambulatorio o ir a pedir ser tratado en los servicios de salud pública. “Los directores, docentes y sicólogos de las instituciones educativas deben ser los ojos observadores que detecten el sufrimiento social de los chicos. Ellos son quienes deben exigir, golpear las puertas de los sistemas de salud, por más de que este no esten preparados para contener la problemática”, aconsejó la entrevistada, al tiempo de enfatizar que la adicción es un problema de salud pública, por loq que las redes de servicio con el sistema de salud son importantes.
“La adicción está tipificada como una enfermedad que necesita ser tratada. Las enfermedades deben tratarse, porque sino se hacen crónicas”, ejemplificó la funcionaria de Senad.
La profesional no niega la existencia de la presión de grupo para el consumo, pero pide no olvidar que, de cualquier manera, los estupefacientes se comercializan cerca de los colegios y depende de la formación que haya tenido el adolescente de parte de padres y docentes aceptar o rechazar la droga cuando se la ofrezcan.
SUFRIMIENTO SOCIAL
Otra de las claves para lograr el cambio de paradigma al que apunta la Senad, es comprender que estamos ante un chico con un sufrimiento social, “que está buscando un es escape a través de un comportamiento altamente peligroso”. A partir de ese entendimiento es que deben comenzar a apoyarlo, tanto sus padres, como los docentes e incluso su grupo de amigos.
Promoviendo este enfoque renovado con respecto a la adicción, la Senad está promoviendo un trabajo con base comunitaria en redes de apoyo al sistema escolar, de manera a promover la cultura de la prevención.
CHARLAS NO SON SUFICIENTES
Con respecto a las nuevas estrategias para comunicar a los jóvenes la prevención con respecto a las drogas, la experta explica que en la actualidas, las charlas ya no son suficientes. “Hoy tenemos que trabajar con referentes significativos. En un colegio ya no nos vamos a dar conferencias masivas porque eso no hace prevención. Ya no se muestran las drogas porque los chicos pueden abrir su smartphone y ven hasta cómo se preparan las sustancias”, señaló-
A partir de ahora, según mencionaron se busca un trabajo con docentes referente, de la mano del Ministerio de Educación, tratando de caminar hacia la implementación de programas preventivos desde educación inicial hasta el último año de la media. Si bien asumed que es una realidad la falta de presupuesto para concretar grandes programas, aseguran que en este momento trabajan con docentes y padres dento de lo que se pueda.
“De 40 docentes de un colegio, colaboran 9, pero realmente trabajan. Cada directivo de instituciones comienza a fijarse en los alrededores de su institución, observando sus factores de riesgo en los alrededores del colegio. Los surtidores son expendedores de bebidas alcohólicas, pero gracias al trabajo de varios directores ahora esos sitios ya no venden bebidas a chicos que van pasando”, mencionó. El gran objetivo es que en ese segundo que tiene el adolescente para decidir si va a agarrar o no esa droga, recuerde que le habló alguien que es muy significativo para él. “Ese solo factor puede cambiar su actitud frente a un dealer”, asegura la directora. Los padres y docentes que deseen colaborar con la Senad para poner en práctica la prevención, pueden comunicarse al (021) 554-585 (Secretaría Nacional Antidrogas).