Arctic Monkeys, el romance en internet que cambió la música

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Londres. Cuando los Arctic Monkeys ya eran un fenómeno en la ahora venida a menos MySpace, el propio Alex Turner ni siquiera sabía cómo funcionaba esa red social. Su popularidad subió como la espuma al romper un tabú: regalar las canciones en internet como inversión para que la gente se las supiera en los conciertos.

Y lo consiguieron. Su álbum de debut, ‘Whatever People Say I Am, That’s What I Am Not’, que este viernes cumple 15 años, batió todos los récords gracias a mirar a internet como una oportunidad y no como un enemigo.

Mientras el grupo grababa demos y las regalaba para unos pocos afortunados en sus bolos, dos aficionados se hacían con esas canciones y las publicaban en webs para que esos chicos de Sheffield tuvieran una nutrida audiencia al subirse a un escenario.

A base de traficar con demos y maquetas, los ‘Monkeys’ movieron masas y se convirtieron en uno de los primeros fenómenos en emerger de internet y tocar en los grandes festivales británicos sin el aval de un disco en el mercado.

Algo cambió con ellos. Antes era la revista NME la que se encargaba de construir una audiencia en torno a grupos desconocidos. Los Arctic atropellaron eso.

«Normalmente nosotros descubríamos el grupo, hablábamos de él y la gente iba a escucharlo, pero los Arctic ya estaban ahí», apunta a Efe Tim Jonze, periodista que vivió la explosión del grupo. «Fueron como Pulp, solo que en vez de estar dirigidos a los hipsters, hablaban de los chicos de la calle».

Los Monkeys supusieron un golpe de aire fresco en la música británica, por sus letras juveniles, su acento de Sheffield y su temática casual, sacando de quicio a colegas como Thom Yorke, de Radiohead.

Nadie retrataba como ellos hicieron en ‘Whatever People Say I am’ las circunstancias de la juventud del momento. Y lo lograron porque eran el vivo ejemplo de jóvenes acomodados cuya máxima preocupación era pasar la resaca de la mañana siguiente. Las letras eran su día a día; el disco, su vida.

¿Cuántas veces cazó la policía a Alex Turner bebiendo en la calle? Seguramente más de una, como describe en ‘Riot Van’:

– «¿Has bebido chaval?, no me parece que tengas la edad mínima».

– «Lo siento, señor, ¿hay una edad para beber? Nadie me lo dijo», canta Turner (en inglés, claro).

¿Cuántas veces le timaron en el taxi a casa tras salir de alguna discoteca? Varias, según comenta en ‘Red Light Indicates Doors Are Secured’:

– «Espera, ¿en serio dos libras y media? Si no llevamos ni una milla», recita Alex.

Y así, encadenando referencias a la cultura juvenil, durante los redondos 41 minutos que dura el primer disco.

Un álbum que empezó a ser concebido en 2002, cuando Turner y Jamie Cook recibieron un par de guitarras por navidades.

Sin siquiera haber creado el grupo, Cook sabía el nombre del mismo. «Arctic Monkeys», dijo un día al llegar al instituto, donde también conocieron a Helders y a Andy Nicholson, el primer bajista -sustituido por Nick O’Malley en 2006-.

CUANDO LA RESACA ES LA MAYOR PREOCUPACIÓN

POSTPUNK DE SHEFFIELD

En menos de dos años dieron forma a la maqueta ‘Beneath the Boardwalk’, en honor al bar en el que trabajaba Alex y donde dieron sus primeros bolos.

Previo paso por el EP ‘Five Minutes With Arctic Monkeys’, que es hoy pieza de coleccionista -solo se distribuyeron 3.000 copias-, los Arctic se plantaron en 2005 con el boca a boca como mejor carta de presentación y con sus referencias juveniles como bandera.

Prostitutas llamadas Roxanne -guiño a The Police-, como las de ‘When The Sun Comes Down’, tribus urbanas, como en ‘A Certain Romance’, noches de discoteca, como en ‘I Bet You Look Good On The Dancefloor’, rencor como ‘Still Take You Home’ y peleas de enamorados en ‘Mardy Bum’.

Los jóvenes ingleses, desplazados por el clasicismo de Oasis -y su duelo eterno con Blur-, por fin podían mirarse a un espejo como lo habían hecho antes cuando los Sex Pistols y The Clash eran su voz sobre un escenario.

Este postpunk había encontrado un flujo en unos chavales de Sheffield que no tenían problema en liderar el cartel de Glastonbury en chándal y camisetas de los Black Keys y que huyeron del «mainstream» alineándose con el sello independiente Domino Records.

Pudieron hacer lo que quisieron. Si The Strokes, para plasmar su primera portada, escogieron a una chica desnuda, ellos emborracharon en Liverpool a un amigo, hasta casi caer inconsciente, le plantaron un cigarrillo, y tiraron una foto, que casi fue denunciada por incitar a fumar.

Mucho más meticulosos fueron para grabar el álbum en el estudio Yellow Arch de Sheffield. Alex tenía claro que cada canción era una pieza de la historia y que el orden era inalterable, así que se grabó una por día, en el orden exacto que aparecieron el 23 de enero de 2006 en el mercado -y filtrado en internet semanas antes-.

El que fuera el álbum debut que más copias vendió en su primera semana de la historia del Reino Unido -desbancado en 2007 por Leona Lewis- sentó un precedente.

Si Don McLean, en su famosa ‘American Pie’, fechó el 3 de febrero de 1959 como el día que la música murió, aquel 23 de enero se puede considerar como la fecha en la que se consolidó el éxito de la música en internet.

El mp3 era el futuro y los Arctic sus descubridores.

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