“Lo que les pasa a los pueblos indígenas nos pasará a nosotros”

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Los mbya son uno de los cinco pueblos guaraníes que componen la familia lingüística Tupí Guaraní.
ONAI

La antropóloga Gloria Scappini nos ayuda a entender la historia que hay detrás del desalojo de comunidades Mbya en la zona de Caaguazú. Sostiene que los indígenas son piezas estratégicas para salvar el planeta y afirma que están ahí no solo para salvarse a ellos están ahí para salvarnos a nosotros también.

Familias de la comunidad indígena 15 de Enero, del pueblo Mbyá Guaraní, del distrito de Nueva Toledo en el Departamento de Caaguazú fueron expulsados recientemente de sus tierras. El desalojo afectó a 17 familias, entre ellas más de 40 niños, ancianos y adultos con discapacidad. Quedaron a la intemperie, expuestos al frío y abandonados al costado de la ruta, de acuerdo con un comunicado de la Pastoral Social Nacional.

Este es un caso similar al que sufrió hace dos años la comunidad de Hugua Po’i, también del pueblo Mbya Guaraní, en el distrito Raúl Arsenio Oviedo, en Caaguazú. La antropóloga Gloria Scappini considera que no se puede criminalizar la presencia indígena por no corresponder con el modelo civilizatorio del Estado paraguayo. “Los pueblos indígenas son anteriores al estado, y eso consta en la Constitución”. Enfatiza en la necesidad de la educación de la ciudadanía, acorde a la conciencia sobre la gravedad del racismo y la discriminación en Paraguay para con las minorías indígenas.

–¿Quiénes son los Mbya?

–Los Mbya son un pueblo guaraní tradicionalmente semi nómada, uno de los cinco pueblos guaraníes que componen la familia lingüística tupí guaraní en Paraguay. Es el pueblo que más tardíamente entró en contacto con la sociedad nacional, entre los pueblos de la región oriental. Esto es importante porque ellos tienen un contacto traumático con la sociedad nacional justamente en el momento de la entrada del frente pionero de colonización interna, que se basaba en la transformación de los ecosistemas de selva, monte, a tierras aptas para la explotación agrícola y ganadera sobre sus territorios ancestrales. Ya desde la época colonial, con la encomienda y reducciones jesuíticas estaban en un proceso de huida permanente y buscaron refugio en los últimos montes, el frente pionero los acorrala aún más en los últimos espacios de monte. A partir de finales de los 90 deciden re territorializarse, recuperar las tierras ancestrales de las cuales fueron despojados paulatinamente en el tiempo. Esto es muy importante porque falta desarrollar la historicidad en las lecturas sobre la realidad y los hechos. A veces nos limitamos al caso legal, judicial y no tenemos la interpretación de los procesos históricos, entonces, las propias herramientas jurídicas no llegan a ser contundentes, pues no están diseñadas desde un punto de vista de que hay historicidad para los pueblos indígenas, y esto es esencial para entender la transformación de un espacio geográfico.

–¿Qué es el frente pionero?

–Hubo varios frentes pioneros. Los yerbales en la Región Oriental son un primer gran frente pionero. Eso estaba a cargo tanto de los colonos españoles como de los jesuitas. Los Mbya en particular tienen una relación específica con estos procesos porque ellos siempre han rechazado tanto la tutela española como la tutela jesuítica y sí se han prestado a la tutela jesuítica ha sido de manera muy estratégica. Desde que se presentaba la posibilidad, huían y regresaban al monte, de ahí la denominación antigua como “ka’aguy gua” o “kayngua”, que significa “monteses”. Esto es parte de su identidad y los caracteriza, el rechazo de la influencia externa para garantizar la reproducción de su religión y su cultura. Ellos encarnan una actitud hostil evitativa del contacto, como irreductibles, lo que contribuye a mal interpretar los modelos de convivencia que sus principios y derechos inherentes a la autoctonía plantean. Con el Paraguay independiente, y el avance de los modelos de “desarrollo de la civilización” paraguaya, la explotación agroganadera ha expulsado a los indígenas de sus territorios sin ofrecer a la minorías la posibilidad de permanencia de sus medios de subsistencia tradicionales, ya que ellos se dedican a una horticultura itinerante, a la caza, pesca y la colecta. En algún momento, hubo una coexistencia pacífica –pero no menos explotadora– entre propietarios de tierra y las comunidades indígenas, por eso es que incluso sabemos que se han vendido o usufructuado tierras indígenas con las comunidades presentes dentro. Estos antecedentes son parte del obstáculo a nivel de la titulación, expropiación o restitución, ya que mucho antes de la dictadura stronista ya van pasando las tierras de propietario a propietario, con los indígenas dentro, los desalojos eran indirectos por reducción del espacio vital y se reforzaban los lazos de dependencia como mano de obra.

Con la llegada de la agricultura mecanizada a gran escala, ya esta no se necesita, y las tierras ancestrales se vuelven escenarios propicios a la expulsión violenta, como es el caso de la comunidad 15 de Enero, en la población de Nueva Toledo, Caaguazu. En el ’73, esta población fue fundada por un brasilero y en el 2011 se vuelve un distrito, Nueva Toledo. 15 de enero se encuentra en Nueva Toledo, que es distrito desde el 2011; es la unión de aproximadamente 26.000 km cuadrados del distrito de Raúl A. Oviedo con 34.000 km cuadrados del distrito de Mcal Francisco Solano López y se crea el nuevo distrito de Nueva Toledo, es decir, a la colonia brasilera que está ahí con su población fundada en el 73 se le hace un distrito: el nivel de poder de los procesos de despojo es alto. Y es así cómo se van construyendo los contextos para permitir una cantidad de cosas que afectan a la soberanía.

–¿Hay otras comunidades en el lugar?

–15 de Enero es una comunidad Mbya guaraní y toda la zona está habitada por grupos locales dispersos. Con ese proceso que mencionamos antes, el despojo paulatino, esto causó la atomización de las comunidades, la división en grupos cada vez más pequeños. La comunidad, al no tener garantías de sobrevivencia en una tierra porque está permanentemente atacada por los agentes externos se va atomizando cada vez más. Entonces, puede haber comunidades de 10 familias, de 20, o de 30, pero en general todas están emparentadas y todas relevan de un liderazgo muy antiguo. En la zona específica tanto la comunidad Hugua Po’i como 15 de Enero son parte del tekoha guasu del gran jefe mbya, Marcelino Montanía, que falleció en el 1984. Un tekoha guasu es la unidad territorial máxima en la cartografía sociopolítico–religiosa guaraní.

–¿Quién era Marcelino Montanía??

–Era uno de los grandes mburuvicha guasu mbya guaraní, miembro de las lideranzas antiguas que se caracterizaban por un trabajo conjunto en términos de administración política y cohesión religiosa del pueblo mbya guaraní en toda su extensión. En la región oriental en este caso, que es el territorio ancestral guaraní, habían grandes tekoha guasu que son anteriores a la conquista, que es la cartografía tradicional indígena, pudiendo reflejarse en áreas de dos o incluso tres departamentos. Son extensiones que no tienen absolutamente nada que ver con las fronteras administrativas del Paraguay, del Estado-nación. Básicamente tenían como fronteras ríos o cadena de cerros, y Montanía era un gran referente de esa zona del tekoha guasu del Monday, que es donde nos encontramos hablando tanto Hugua Po´i como de 15 de enero. Branislava Susnik denomina a este grupo local con el etnónimo de “Mondayenses”, justamente.

–¿Dónde estaban antes de la reterritorializacion?

–Van circulando y cada vez el espacio se va volviendo más reducido, y entonces, van llegando a las ciudades. El escenario común es este: se produce una expulsión, como esta de 15 de enero, llega la policía y los desaloja de forma ilegal, lo que se suma a la expulsión indirecta, progresiva, invisible a través de décadas, a través de la reducción del espacio vital. Eso es desalojo, y se van desplazando sin tener donde quedarse a lo largo de todo el departamento, o de toda una zona, se van dispersando, atomizando… El concepto de desalojo no es solamente un evento concreto que sucede un día específico, el desalojo es un proceso paulatino con una historicidad antigua. Ellos tratan de reagruparse en sus territorios ancestrales, y en esos intentos de reagrupación con toda la legitimidad que tienen, el desafío es mucho mayor en este contexto de ultraviolento que acompaña el modelo de supuesto crecimiento económico: ¿a qué precio? Es aquí donde las manifestaciones del contraste entre el modelo de vida comunitaria y el sistema capitalista deshumanizado nos debe interpelar.

–A veces no es solo la comunidad contra la empresa multinacional, sino a veces es contra el propio Estado paraguayo…

–Por eso en antropología decimos que todo lo que le pasa al indígena, todo de lo que ellos sean testigos y testimonios después pasará con nosotros, solo que a ellos les pasa de manera más directa y más violenta. Hay que fijarse, por ejemplo, en la historia de Nueva Toledo, donde está 15 de Enero. Felipe Keiffer, un brasileño que proviene de Toledo, una ciudad de Paraná, Brasil, funda Nueva Toledo en los ´70, y en el 2011 se junta esa superficie con otras tierras y se le da el estatuto de distrito. Esta es una muestra de cómo se han regalado las tierras…

–¿Y qué se puede hacer con la comunidad 15 de Enero?

–Para mí la solución es adaptar herramientas jurídicas desde los sistemas nacionales, para poder cumplir con el sistema de protección de los derechos de los pueblos indígenas y de los derechos humanos de las minorías y en general. No puede ser que se criminalice la presencia indígena por no corresponder con el modelo “civilizatorio” del Estado paraguayo. Los pueblos indígenas son anteriores al Estado, y eso consta en la Constitución. Los pueblos indígenas tienen cartografías territoriales anteriores al corte administrativo de la nación y tienen toda la legitimidad de tener, como minorías étnicas autóctonas, un pedazo de tierra donde seguir reproduciéndose social y culturalmente. Necesitamos otra educación de la ciudadanía, acorde a la conciencia sobre la gravedad del racismo y la discriminación en Paraguay para con las minorías indígenas. Además, es sumamente necesario facilitar la comprensión antropológica lo que pasa en el campo, de los contextos rurales, y cómo estos nos afectan. Esto multiplicaría las posibilidades de acompañamiento de la sociedad civil en los procesos de presión hacia cambios de mentalidades y cambios políticos.

–Y así se cierra el círculo y llegamos a una sociedad indiferente con los indígenas, con los niños indígenas viviendo en las calles, drogados y prostituidos. Ese proceso que describís termina exactamente ahí.

–Claro. Cuando vemos la plaza Uruguaya que se enreja, y la gente les dice: salgan de acá, que se vayan a sus tierras, que les suba el Indi a sus camiones, ¿y les tira otra vez dónde? Ya no hay donde estar. Todo es soja. Es por eso, que debemos instruirnos, para entender que ellos no necesitan grandes extensiones de tierra, ellos necesitan tierra, un monte, tierra sana, pero hay deforestación y ya no hay más bosque. La deforestación empobrece la tierra, estos monocultivos envenenan los cursos de agua y la propia tierra. Uno puede tener un pedacito de monte, pero si estás al lado de hectáreas y hectáreas de soja, ya no crece más nada.

La tierra ya no responde, y entonces la impotencia es grande. El modelo de desarrollo vigente es cada vez más excluyente y cada vez más productor de pobreza, es un cambio de paradigma el que se debe plantear.

Los indígenas son grandes piezas estratégicas para salvar el planeta, y no les damos ese lugar que siempre han tenido. Están ahí no sólo para salvarse a ellos mismos, están también ahí para salvarnos a nosotros. Resisten.

Fuente: Ultima Hora

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