Nuevo mapa de Cordillera y Caaguazú expande conocimiento geológico de Paraguay

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En plena pandemia, un equipo de geólogos paraguayos trabajó en la construcción de un mapa geológico que abarca los departamentos de Cordillera y Caaguazú. Luego de más de 20 años sin nuevas investigaciones como esta, la Hoja Itacurubi de la Cordillera 5570 —de escala 1:100.000— se suma a un grupo de otras 6 hojas geológicas preexistentes en Paraguay, que representan solo el 0,4 % del territorio nacional vistas desde su base geológica.

El Laboratorio de Paleontología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Asunción (FACEN-UNA) lleva varios años trabajando y cosechando investigaciones científicas sobre paleontología y otros estudios como la geomorfología —estudio de la expresión superficial de la geología—.

Pero fue hace 5 años que empezaron a pensar en un proyecto que les permita obtener la información base sobre qué rocas existen en el país, qué nos cuentan de la historia de nuestro territorio, llegando hasta millones de años atrás, y cómo a partir de conocer esta historia podemos planificar el futuro.

Yennifer Sarubbi, geóloga y responsable técnica del proyecto, destacó que el equipo estuvo conformado en gran parte por jóvenes investigadores. El director fue el Dr. Fernando MéndezChristian Colmán fue el investigador principal; los investigadores asociados fueron Narciso Cubas y los doctores Marcela Cioccale y Claudio Carignano, geólogos expertos de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina); Sarubbi y Noelia Benítez fueron las investigadoras en formación.

Además, en el apoyo logístico estuvieron Ricardo SouberlichDiego LópezDerlis VeraHilario Ramoa y Federico Argüello.

Mapa preliminar de la Hoja Itacurubi de la Cordillera 5570 (Fuente: Laboratorio de Paleontología de FACEN).

Una recolección de datos en tiempo maratónico

Esta investigación fue presentada en el llamado del Programa Paraguayo para el Desarrollo de la Ciencia y Tecnología (PROCIENCIA) de 2018 y fue adjudicada en enero 2020 por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). En este mismo mes iniciaron el trabajo de campo, aprovechando el clima. Lo que no se esperaban es que, dos meses después, el Paraguay y todo el mundo detendrían sus actividades presenciales por la pandemia de la COVID-19.

La geóloga Sarubbi comentó que el proyecto se realizó maratónicamente, ya que contaban con menos tiempo que lo habitual para presentar al CONACYT el informe, el cual se entregó en octubre de 2021.

El contexto global de la pandemia también fue un factor de dificultad. Tenían planificado participar en cursos regionales del área y contar con la visita de dos geólogos expertos argentinos, que finalmente no pudieron acompañar el proceso de trabajo de campo, pero se arreglaron con encuentros virtuales y las bondades del internet para compartir la información.

Los trabajos iniciaron con la recolección de datos y la revisión de la información con la que ya contaban y el procesamiento de imágenes satelitales a través de softwares específicos.

La Dirección del Servicio Geográfico Militar (DISERGEMIL), la cual forma parte del proyecto como institución asociada, proporcionó la base topográfica que muestra el relieve donde luego se coloca la información geológica.

La investigadora explicó que faltaba una hoja geológica entre dos ya existentes; el espacio ausente se encontraba entre los departamentos de Cordillera y Caaguazú. Así se decidió que el nuevo mapa se centraría en esta zona.

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Mapa de la Región Oriental de Paraguay. Las áreas coloreadas corresponden a las hojas faltantes a escala 1:100.000, en blanco las ya existentes. La cuadrícula 5570 fue la propuesta de esta investigación (Fuente: Laboratorio de paleontología de FACEN).

“Como éramos un grupo joven que recién empezaba con este tipo de trabajo, necesitábamos una base de la cual partir. Teníamos la información que nos proporcionaban las hojas colindantes (la hoja Caacupé 5470 y la hoja Coronel Oviedo 5670) y también contábamos con un mapa de escala 1:250.000 que abarca parte del área”, explicó Sarubbi.

Los nombres o códigos que se utilizan para la denominación de cada hoja ya existían. Estas provienen de la división cartográfica que utiliza la DISERGEMIL, aclaró la geóloga.

Con el trabajo de gabinete —el cual consiste en obtener y procesar la información previa— pudieron dividir por áreas el territorio a mapear y definir por dónde iniciar el trabajo de campo.

“El trabajo geológico no es solamente el procesamiento de imágenes satelitales que, aunque aportan gran parte de los datos, requiere la revisión en el campo: recorrer los lugares, ver los afloramientos, tomar mediciones y demás”, comentó Sarubbi.

Durante este trabajo, notaron que existían más afloramientos (es decir, las rocas o depósitos visibles en la superficie) en la zona oeste de la Hoja, hacia el departamento de Cordillera, que es donde iniciaron los trabajos de campo.

“Mientras nos movíamos más al este de la Hoja (hacia Caaguazú), teníamos más valles, es decir, zonas bajas cubiertas de sedimentos y sin muchos afloramientos para describir”, mencionó.

El trabajo de campo inició con las coordenadas de los puntos de interés previamente marcados, revisando afloramientos, canteras o cortes de ruta, recordó la investigadora. En la misma época se estaba realizando una expansión de la ruta PY02 que les permitió observar estructuras interesantes de esa zona y tomar muestras de las litologías —las características de las rocas—.

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El trabajo de campo involucró recorrer los lugares, ver los afloramientos y tomar mediciones (Foto: FACEN-UNA).

“A medida que íbamos hacia el este, había menos afloramientos y era prácticamente ir recorriendo en vehículo los caminos vecinales y tomando las muestras más representativas o más interesantes. También se tomaron mediciones —como la parte estratigráfica (las capas de las rocas), espesor y los ángulos de inclinaciones— que después ayudaron a organizar los contactos de las diferentes litologías en el mapa”.

En la zona de los valles, el trabajo se centró en la interpretación de las imágenes satelitales, ya que los materiales geológicos cubiertos ya no son rocas, sino sedimentos. En geología esta transformación se denomina meteorización. Las rocas más antiguas se fragmentan y crean los sedimentos.

Una vez recolectada toda la información de campo, se inició el trabajo de cotejar la información nueva obtenida con la que ya se contaba como base. En esta etapa se inició el dibujo del mapa preliminar y la observación de las diferentes unidades litológicas.

¿Qué nos dicen estas rocas y sedimentos de nuestra historia?

Los afloramientos que encontraron en la zona oeste del mapa indican que son rocas del Ordovícico (escala temporal geológica de la Era Paleozoica entre 485 y 444 millones de años atrás) y del Silúrico (entre 444 y 419 millones de años atrás).

Yendo más al este del mapa, se encontraron rocas del carbonífero, las cuales son un poco más recientes, entre 360 y 300 millones de años atrás. Y por encima de estas rocas se encontraron sedimentos cuaternarios, las cuales fueron depositadas en esa edad geológica —que inició hace 2 millones de años atrás— y vienen de la erosión de las rocas de las Cordilleras de los Andes.

Durante las edades Ordovícico y Silúrico, los investigadores observaron indicios de una ingresión marina en el territorio; también encontraron fósiles de invertebrados que indican ese tipo de ambiente. En la zona este, durante el Carbonífero, se observa un periodo glacial. Las rocas de ese período indican movimientos de hielo.

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Fotografías con el microscopio óptico petrográfico de las distintas muestras (Fuente: Laboratorio de Paleontología de FACEN).

Los hallazgos más interesantes fueron sobre todo en lo que respecta a la geología estructural del área. Sarubbi comentó que descubrieron unos pliegues en las rocas que indican una compresión de los sedimentos. Además, notaron fallas entre dos rocas que podrían indicar eventos de acomodamiento.

“Todo esto nos indica diferentes tipos de ambientes en el pasado geológico de nuestro país. Tuvimos ingresiones marinas, regresiones marinas, épocas glaciales, épocas donde teníamos clima desértico. Y esta información nos puede conectar con otros eventos en la zona o, incluso, a nivel regional. Los resultados nos permitirán entender el origen de estas estructuras y muchas líneas de investigación pueden partir de esta base”, mencionó.

En este momento, los investigadores del proyecto continúan realizando la tarea de descripción de toda esta información recolectada. La geóloga Sarubbi espera que el mapa final pueda ser difundido en 2023.

Las riquezas de un mapa geológico

Las hojas geológicas no solamente son los mapas sino también el texto que los acompaña y que permite explicar lo que vemos representado en el mapa, expuso la investigadora.

Aunque aún faltan mapas geológicos de alrededor del 99 % del territorio paraguayo, esta hoja añadida es un gran avance.

Conocer a profundidad la geología de nuestro territorio tiene relación con el desarrollo. ¿Cómo construir nuestras ciudades y nuestras vidas segura si no sabemos qué existe debajo de nuestros pies?

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Geoformas meteóricas desarrolladas en la Formación Arroyos y Esteros (Fuente: Laboratorio de Paleontología de FACEN).

“La geología es la base de todo. Todas las informaciones proporcionadas sirven para otros trabajos relacionados a la parte hidrogeológica (por ejemplo, para saber cómo captar el agua), para construcciones civiles, el ordenamiento territorial y la parte ambiental”, continuó.

Así como existe la biodiversidad, también existe la geodiversidad. Las rocas sustentan a todos los seres vivos; el tipo de suelo que se forma depende del tipo de roca que existe debajo.

Otras áreas que también deberían tener presente a los estudios geológicos es el geopatrimonio y el geoturismo. “Mucha gente hace turismo interno, y la idea es explicar qué está viendo, qué tipo de roca es, cómo se formó, cuánto tiempo le llevó. Esa es otra línea que se puede abrir”, mencionó.

No olvidó la importancia que esta representa en la academia y el desarrollo de las ciencias del Paraguay, que inicia con la información que se podrá ofrecer sobre la historia geológica del país a niños y niñas en las escuelas y colegios.

Para la investigadora, un área destacable de este proyecto también fue la incorporación de investigadores jóvenes al equipo, formando a nuevos científicos en el país con oportunidades de capacitaciones incluso con referentes regionales.

La financiación por parte del CONACYT también posibilitó la compra de nuevos equipos para el Departamento de Geología que servirán para próximos proyectos. Desde drones y sus softwares hasta lupas de mano, piquetas geológicas y discos para cortes fueron incorporados a las herramientas del laboratorio.

Sin un apoyo real de las facultades y otros centros de estudios no se podrá avanzar en nuevos proyectos de investigación en geología, ya que queda bastante por indagar.

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