SAN FRANCISCO. La conocemos desde hace años y la llevamos todos en el bolsillo, a veces activada, a veces desactivada, pero esta tecnología aparentemente anodina podría convertirse en nuestro mejor aliado en la lucha contra el COVID-19: hablamos del Bluetooth.
Durante las últimas semanas, ha cobrado fuerza, especialmente en Estados Unidos, la posibilidad de llevar a cabo el famoso rastreo de contactos a personas infectadas mediante Bluetooth, en lugar de los sistemas de geolocalización que se han usado en países asiáticos y que han levantado grandes dudas acerca de la privacidad.
El MIT, Google y Apple ya están trabajando en ello
Un usuario de iPhone activa la opción de Bluetooth en su teléfono móvil.
Esta es la apuesta del último proyecto contra el COVID-19 del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), así como de los dos principales desarrolladores de sistemas operativos para teléfonos móviles del mundo, Google y Apple, y viene apoyada por expertos tanto en tecnología como en epidemiología.
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Para reducir las infecciones de COVID-19, como en cualquier pandemia, la táctica más elemental de la que se sirven los profesionales sanitarios es el llamado rastreo de contactos, es decir, averiguar con quién ha interaccionado la persona infectada durante los días previos a la detección del virus para pedirles que se pongan en cuarentena y si es necesario hacerles la prueba.
Con este fin, en países asiáticos que han logrado allanar la curva de infecciones como Corea del Sur, Singapur, Taiwán o la propia China -origen del brote-, las autoridades han accedido a datos personales y de movilidad de los ciudadanos a través del GPS de sus móviles para determinar cuáles han sido sus movimientos.
El ejemplo asiático, poco viable en Occidente
Aunque aparentemente el sistema ha dado buenos resultados, son muchas las voces que lo han criticado por excesivamente intrusivo en la privacidad de las personas (al fin y al cabo, permite al Gobierno conocer e incluso hacer públicos todos los movimientos de un individuo) y parece difícil su implementación en países donde la sensibilidad con la privacidad es mucho mayor.
Ahí es donde entra en juego el Bluetooth, que puede desempeñar un papel similar al del GPS sin facilitar al Gobierno datos de localización e incluso manteniendo el anonimato de las personas infectadas y de sus contactos.
La clave es entender que la información vital para luchar contra la pandemia no son los lugares que ha visitado una persona, sino con quién ha entrado en contacto. Aunque a veces estas dos cosas se confundan, no son lo mismo, y el Bluetooth permite obtener la segunda sin recurrir a la primera.
El Bluetooth es una tecnología inalámbrica de comunicación basada en ondas radiofónicas de baja frecuencia que se usa para transmitir datos entre dos aparatos electrónicos que se encuentran en la vecindad (por ejemplo, de un teléfono móvil a otro o de un móvil a una computadora y viceversa).
Así la aplicación creada por el MIT y las que proponen Google y Apple usan estas señales que emiten los teléfonos móviles que llevamos en el bolsillo para detectar contactos entre personas (cuando dos individuos estén cerca el uno del otro, sus móviles lo reconocerán mediante Bluetooth).
Los móviles conservarán en su memoria la información de todos los aparatos con los que hayan entrado en contacto y, cuando una persona dé positivo por coronavirus, bastará con que el médico le proporcione un código QR (código de barras bidimensional que puede almacenar datos cifrados) para escanear con su móvil e inmediatamente la aplicación avisará a todos los que hayan estado en contacto con esa persona.
Sin geolocalización ni identificación
Y todo ello sin que ni el Gobierno ni las autoridades sanitarias tengan acceso a los datos de movilidad de los ciudadanos y sin que se identifique personalmente los contactos, puesto que el Bluetooth permite asignar a cada dispositivo un código que se renueva cada 15 minutos, de manera que los móviles irían cambiando de «pseudónimo» constantemente.
El sistema no es una bala de plata y existen dudas acerca tanto de su fiabilidad -al basarse solo en la proximidad entre dispositivos podrían darse falsos positivos entre dos personas que se encuentran separadas por una pared-, como de su implementación, ya que para que sea efectivo un porcentaje muy alto de la población debería descargarse voluntariamente la aplicación.
Pese a estos problemas potenciales, es la apuesta tecnológica que más tracción está ganando en EE.UU. en las últimas semanas y, si se prueba que es efectiva, es una buena alternativa a un método muy intrusivo y que plantear serias dudas legales en Occidente como la geolocalización.