Sudáfrica logró hoy restaurar la calma en la mayor parte de las zonas afectadas por la oleada de vandalismo y saqueos masivos que sacudió el país en los últimos días y que dejó, según las últimas cifras oficiales, un total de 117 muertos y más de 2.000 personas arrestadas.
Aunque en esta jornada aún se reportaron algunos incidentes y la coyuntura es «volátil» en algunas áreas, la ministra de Sudáfrica en funciones de la Presidencia, Khumbudzo Ntshavheni, aseguró en una rueda de prensa que la situación está «más calmada» y que se está logrando restaurar el orden.
La región más afectada por el estallido de violencia es la oriental provincia de KwaZulu-Natal, donde el balance de muertos asciende a 91 y el de detenidos a 1.478.
En el otro gran epicentro de los disturbios, la provincia de Gauteng (donde están Johannesburgo y Pretoria), los arrestos se cifran en 725 y las víctimas mortales en 26.
«Estamos satisfechos con los informes de que la provincia de Gauteng está mayoritariamente en calma y hubo menos incidentes nocturnos (…). La situación en KwaZulu-Natal se mantiene volátil, pero ha mejorado mucho hacia la estabilidad», manifestó Ntshavheni.
Además de los fallecimientos ya confirmados, la Policía investiga las circunstancias de la muerte de otras seis personas cuyos cadáveres fueron hallados en el tejado de un centro comercial de Thembisa (norte de Johannesburgo).
Avance de las investigaciones
Tras la parálisis e ineficacia en los primeros días de lucha contra los disturbios, el apoyo militar para mantener la estabilidad en las calles se volvió a doblar este jueves por segunda jornada consecutiva, hasta los 10.000 efectivos, pero en los próximos días podría aumentar hasta un contingente total de 25.000 soldados.
Ntshavheni también confirmó hoy que 12 personas son investigadas como presuntos «instigadores» de esta oleada de violencia –que el Gobierno ha definido como un «sabotaje económico» al país– y que una de ellas está ya en custodia policial.
Los incidentes comenzaron el pasado 9 de julio, inicialmente en forma de protestas por el encarcelamiento del polémico ex presidente Jacob Zuma (2009-2018) por desacato judicial, al negarse repetidamente a declarar por corrupción.
En los siguientes días, los altercados se replicaron en otras zonas –especialmente en Johannesburgo– y se tornaron en una cascada de disturbios y pillaje masivo sin precedentes para la democracia sudafricana, con turbas arrasando centros comerciales y tiendas, quemando edificios y vehículos y cortando carreteras y calles.
El estallido de violencia se veía así alimentado por problemas sociales preexistentes, como la extrema desigualdad, el desempleo, los elevados niveles de criminalidad general en el país y el malestar por la pandemia del Covid-19.
En ese contexto, en el Gobierno apuntan que la violencia fue instigada y que, posteriormente, las bandas del crimen organizado aprovecharon el caos generado para cometer delitos con impunidad.
«¿Es el hambre? No, es típicamente la criminalidad, la gente aprovechándose del problema. Vamos a querer ir a las casas y querremos ver los recibos de los electrodomésticos», advirtió hoy el ministro de Seguridad, Bheki Cele, en declaraciones a la prensa.
Aunque las autoridades sudafricanas no han señalado aún públicamente a presuntos culpables, los medios locales colocan en el centro de las investigaciones de la instigación a familiares, ex espías y veteranos antiapartheid militarizados que son afines a Zuma.
Centenares de voluntarios limpian los destrozos
Con el orden restaurado ya en la mayor parte de las zonas afectadas, los dueños y empleados de los negocios vandalizados empiezan a hacer limpieza y balance de las millonarias pérdidas ocasionadas por los disturbios.
Sólo en la costera ciudad de Durban, se estima que las pérdidas materiales ascienden a más de 900 millones de euros y hay más de 45.000 negocios afectados, según el Ayuntamiento.
En esa ciudad y en otros puntos afectados también se vieron hoy largas colas de gente para intentar conseguir alimentos y combustible, cuyo suministro se ha visto muy perjudicado por los saqueos y los cortes de carreteras.
Los alborotos ocurrieron, además, en el peor momento de una agresiva tercera ola de covid-19 en el país -el más golpeado por la pandemia de toda África, con unos 2,2 millones de contagios y casi 66.000 muertes-, que se prevé que empeore en los próximos días.
Pero entre la abrumadora devastación, centenares de sudafricanos se sumaron hoy a iniciativas espontáneas de limpieza de las calles y espacios comerciales, que en las redes se difundieron bajo el lema «#CleanupSA» (Limpia Sudáfrica).
Muchas comunidades y colectivos sociales ya se habían organizado en los últimos días para enfrentarse a los saqueadores, lo que a su vez generó incidentes de justicia popular e incluso de tensiones raciales.
«Hay informaciones de miembros de las comunidades armados blandiendo armas de fuego y/o armas peligrosas públicamente en aparente venganza contra los perpetradores de la violencia pública (…). No queremos situaciones donde miembros del público se encuentran de bruces con la ley después de tan nobles esfuerzos», advirtió hoy la ministra Ntshavheni.