Los candidatos presidenciales en EEUU, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, se preparan para enfrentarse mañana en su segundo debate, un encuentro arriesgado en el que ambos deberán demostrar su empatía con los votantes, y al que llegan en un momento especialmente tenso.
EFE – Lucía Leal
El riesgo es mayor para Trump, cuya actuación en el primer debate le perjudicó en las encuestas y que ahora afronta una oleada de críticas tras la revelación este viernes de un vídeo en el que hacía declaraciones denigrantes sobre las mujeres.
«Trump no puede permitirse otro mal debate», dijo a Efe William Lowry, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Washington en Saint Louis, donde se celebrará el nuevo cara a cara.
Mientras Clinton ha pasado los últimos días encerrada con sus asesores para practicar su lenguaje corporal y su estilo a la hora de responder directamente a las preguntas de los votantes, Trump le ha dedicado menos tiempo porque no necesita «ensayar cómo ser humano», según dijo la semana pasada al diario The New York Times.
Aún así, sus asesores le han obligado a mantener encuentros informales para prepararle y evitar que repita la improvisación que marcó su primer debate, especialmente dada su escasa experiencia interactuando con votantes indecisos.
«Trump no empatiza demasiado bien con la gente que no forma parte de su base principal de votantes», explicó a Efe una experta en comunicación política de la Universidad de Boston, Tammy Vigil.
«Si percibe que la gente que le pregunta es ‘anti Trump’, aunque solo sean votantes indecisos, puede ponerse nervioso y sentirse tentado a contraatacar. Su temperamento puede volverse en su contra, especialmente al final de la noche. Como vimos en el primer debate, Trump es menos disciplinado a medida que pasa el tiempo», añadió.
Después del primer debate, en el que todas las preguntas las hizo un único moderador, Trump dijo que había estado a punto de atacar a su rival con las infidelidades del expresidente Bill Clinton, y amenazó con ser más duro con ella en el siguiente encuentro.
Es posible que el magnate juegue esa baza si Clinton saca a relucir el vídeo con sus comentarios sobre las mujeres, aunque eso podría «tener un efecto bumerán y ganarle simpatías» a la candidata demócrata, cuya popularidad aumentó durante el escándalo de Mónica Lewinsky hace casi dos décadas, pronosticó Vigil.
«Además, eso reforzaría su imagen de misógino», puntualizó, por lo que a Trump le conviene más alejarse de los ataques personales a Clinton y limitarse a los «profesionales», o «centrarse en dar una imagen positiva de sí mismo».
En cuanto a Clinton, percibida por muchos votantes como distante y calculadora, «tiene que intentar ser más afable sin que parezca que está intentando ser más afable», resumió Vigil.
«Por otra parte, su tendencia a proporcionar más detalles de lo necesario (sobre sus ideas políticas) presenta un problema en este formato. Su esposo fue realmente uno de los mejores en este estilo porque combinaba un poco de detalle con un montón de empatía», algo que a ella le cuesta más, indicó la experta.
El formato de debate con preguntas de votantes («town hall», en inglés) nació en las elecciones de 1992 y supuso un enorme impulso para la campaña de Bill Clinton, que competía contra el presidente George H. W. Bush y el candidato independiente Ross Perot.
El fallo de Bush al mirar el reloj mientras le hacían una pregunta y sus respuestas asépticas contrastaron con el carisma de Clinton, que se acercó a una votante para mirarla a los ojos y preguntarle cómo le estaba afectando a ella la deuda nacional.
El segundo debate se celebra en Misuri, un estado del medio oeste que colinda con el cinturón industrial de EE.UU. y en el que Trump le saca diez puntos de ventaja a Clinton, impulsado por amplias zonas rurales en las que «el derecho a portar armas, los impuestos y la oposición al aborto» mueven votos, según el experto local Lowry.
La mitad de las preguntas correrán a cargo de dos moderadores, los periodistas Anderson Cooper y Martha Raddatz, que podrían plantear temas ignorados en el primer debate, como la inmigración.
Aunque aún queda un último debate, el 19 de octubre en Las Vegas (Nevada), muchos expertos creen que éste será especialmente decisivo para Trump, dado que una nueva actuación decepcionante, sumada a los últimos escándalos, puede inclinar a algunos indecisos hacia Clinton y ampliar la ventaja nacional de la ex secretaria de Estado.